Gangarathna tiene 23 años, tres hijos y una condena de por vida: guardar el luto al marido que la maltrató durante años. Después de migrar a la ciudad de Bangalore, el hombre acabó falleciendo debido al alcoholismo. Sus padres la habían casado cuando tenía 15 años con un hombre que doblaba su edad. La consecuencia de esta práctica común en algunas regiones de la India es la viudedad de las mujeres a edades muy tempranas.
“Desde que murió mi marido nadie me dirige la palabra. Creo que mi destino es sufrir”. Es la realidad a la que se enfrenta Gangarathna y junto a ella otros tres millones de mujeres viudas que viven en el estado de Andhra Pradesh, en el sur de la India, consideradas un mal augurio. Pero su destino puede ser diferente.
“Reducir la exclusión social y el estigma que sufren las viudas y asegurarnos de que disfrutan de los derechos que les corresponden es uno de nuestros objetivos”, explica Doreen Reddy, directora del sector de Mujer de la Fundación Vicente Ferrer.
Gangarathna ya participa con su sangham (asociación) en el programa “De Mujer a Mujer”. El programa permite que las mujeres de los sanghams puedan tener una cuenta de ahorro a su nombre que va aumentando cada mes. Al finalizar el programa al cabo de siete años, las mujeres se convierten en las propietarias de un pequeño capital, lo que no sólo les permite ganarse el respeto de sus familias y de la sociedad, sino que además les garantiza su seguridad y autonomía. Ellas son quiénes deciden cómo y para qué emplear esos ahorros, con el acompañamiento y asesoramiento continuo de la Fundación Vicente Ferrer. Juntos impulsan pequeños emprendimientos y negocios, y se las anima a que los inviertan en la compra de algún animal, por ejemplo. Además parte de la contribución se destina a fortalecer el papel activo de las mujeres en la sociedad.
Estos fondos inciden en todos los sectores en los que trabaja la Fundación, que resultan imprescindibles para su avance y desarrollo integral: educación, sanidad, vivienda, ecología y personas con discapacidad. Entre otras muchas actuaciones, sirven para promocionar el acceso de las jóvenes a la educación superior, garantizar su asistencia sanitaria cuando lo necesitan, formarlas en algún oficio, ayudarlas a mejorar el rendimiento de sus tierras o poner su casa a su nombre.
La Fundación Esperanza Pertusa ha asumido el compromiso con cuatro mujeres por siete años para promover su empoderamiento, su autonomía económica y la lucha por sus derechos a través de la Fundación Vicente Ferrer.
“Si consigo una casa muy bonita todos en el pueblo me hablarán”, afirma Gangarathna, que a pesar de las dificultades no pierde la esperanza y lucha por romper con los prejuicios de una sociedad que la ha condenado a la marginación por el simple hecho de vivir más tiempo que su marido.