Los menores con discapacidad son uno de los grupos más vulnerables en la sociedad india. El acceso a la educación especial les permite superar límites y poder asegurarse oportunidades de futuro. Conscientes de esa realidad, la Fundación Esperanza Pertusa y la Fundación Vicente Ferrer han firmado hoy un convenio de colaboración para mejorar las condiciones de vida de las mujeres en la India rural.
Tal y como explicó el Delegado de la Fundación Vicente Ferrer en la Comunidad Valenciana, Sergio Moratón el proyecto pretende asegurar que los niños y niñas pertenecientes a las comunidades más desfavorecidas de Anantapur, afectados por dificultades auditivas y del habla, puedan recibir una educación secundaria de calidad que favorezca su integración social. “Las personas con discapacidad en India son considerados indignos y malditos. Gracias a este programa ya tenemos la primera generación que ha logrado acceder a la universidad. Para este colectivo uno de los problemas es que no se contaba con referentes de personas que lo hubieran logrado y que impulsaran los cambios que son necesarios en su sociedad. Ahora estos niños y niñas con discapacidad auditiva se han demostrado a si mismos que pueden cambiar su vida”.
“La India es uno de los pocos países del mundo donde el 90% de los niños con discapacidad carece de algún tipo de educación. Mediante este programa los niños y niñas con discapacidad auditiva estudian, juegan, comen y conviven juntos. Esta es la mejor manera de promover su integración social y el sentimiento de solidaridad y ayuda mutua” afirma Esperanza Pertusa.
El resultado del programa es la mejora de las condiciones de la vida de miles de mujeres que padecen exclusión social. “Queremos impulsar el paso de una sociedad rural en donde a las mujeres se les vulneran sus derechos, a una sociedad en donde éstas pasan a ser el motor social y económico y ganan el respeto de toda la comunidad”, añadió Moratón. El proyecto pretende asegurar la formación curricular y extra-curricular de 424 niños y niñas en aulas adaptadas a sus necesidades, en régimen de residencia y con formación por parte de personal cualificado educador y de apoyo.
Es el caso por ejemplo de Kavitha. Cuando tenía dos años, la familia se dio cuenta que no podía oír. A los 6 años, la matricularon en el colegio, donde estudió hasta segundo curso. “Los profesores no sabían la lengua de signos y no podían comunicarse con ella, así que simplemente se sentaba en clase y seguía lo que estaba escrito en la pizarra, sin enterarse de mucho”, explica su madre. En 2006, la Fundación implementó el programa de discapacidad y entró en la escuela para niñas con discapacidad auditiva donde actualmente acude a 5º curso. Su padre, que padece la misma discapacidad no tuvo la misma suerte. no tiene ninguna formación en lengua de signos, se hace entender con gestos muy básicos que le bastan para salir del paso. Pero los signos que utiliza no son suficientes para salir del aislamiento en el que ha vivido toda su vida. “Quiero que Kavitha estudie mucho para tener un buen futuro y tener un trabajo. No pienso en nada más”, confiesa su madre.
Los representantes de la Fundación Esperanza Pertusa pudieron además conocer el testimonio de Sheeba Badi una beneficiaria que es trabajadora de la Fundación Vicente Ferrer desde hace más de 15 años.