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A Dios

Marcos Azulay 

Desde su fundación en el año 2002, el Hospicio San Camilo se ha convertido en el referente y portavoz del cuidado hospicio en Argentina, asistiendo desde su apertura a más de 2000 personas con diagnóstico de enfermedad terminal (expectativa de vida menor a seis meses) y acompañando a sus familiares y allegados sin discriminación étnica, cultural o religiosa alguna.

Inspirado en el espíritu de la Madre Teresa, presta una atención especial a aquellos que carecen de recursos económicos o que no tienen un entorno familiar que pueda sostenerlos. Sus servicios son gratuitos y se mantiene gracias a donaciones y al trabajo ad honorem de 200 voluntarios.

En una cultura donde la muerte es un tabú y un misterio al cual damos la espalda, dónde la medicina la ve como una derrota y la eutanasia se presenta casi como la única solución frente al dolor del no saber cómo transitar ese proceso, el Hospicio San Camilo propone una sociedad en la que nadie viva su final de la vida en el abandono y sin los cuidados humanos integrales necesarios para tener una muerte digna.

En marzo de 2019 tomé contacto con el HSC. Mi intención era registrar testimonios de personas en final de vida. Pocos meses después comencé a trabajar de voluntario, actividad que sigo ejerciendo actualmente.

En 2013 fui diagnosticado con cáncer y en 2020, en plena pandemia y trabajando como voluntario con todas las dificultades que el COVID trajo al sistema de salud, tuve un infarto que me llevó, por segunda vez en estos pocos años, a estar cerca de la muerte.