Tímida. Esconde en el codo su sonrisa de satisfacción. Recibe uno y otro aplauso: las mejores calificaciones en el último curso de su colegio y las mejores en matemáticas, lengua inglesa y geografía de los cinco colegios que participan en la competición. Luego sabré que le gustaría ser abogada para defender los derechos de su gente, los masái y sobre todo, los derechos de las mujeres. Y que es una chica muy seria que estudia todo el día, desde las seis de la mañana. Vive en el colegio, porque su aldea está lejos. Su familia es lo que podríamos llamar extremadamente pobre. Tiene varios hermanos y hermanas, de distintos padres. Y ella es de las mayores. El director del centro, a mi pregunta, me dice que no cree que pueda seguir estudiando. El centro de secundaria más cercano está a varios kilómetros, no hay transporte público, tendría que quedarse interna, y solo está parcialmente subvencionada la matrícula. El resto de gastos, no. Un lujo inaccesible para familias pobres como la suya. Sobre todo para las chicas pobres. Sus hermanos varones tienen prioridad. Pregunto cuánto puede costar. Miro en la web del centro, les pido la información: uniforme, libros, matrícula e internado, alrededor de 450 euros anuales. Eso es todo. Todo lo que esta niña brillante, trabajadora y comprometida necesita para seguir avanzando en la vida. Y si no va a un centro de secundaria, ¿Qué hará el año próximo? Pregunto. Quizá encuentre algo de formación en alguna aldea, porque es muy inquieta, pero casi con total seguridad cuidará de sus hermanos, limpiará la casa, cocinará, ayudará con las vacas… y en un año o dos se casará. Y pronto tendrá su propia familia que cuidar, su marido, sus hijos y a los padres de su marido. Y tendrá al resto de mujeres de su marido, si las hay, para compartir las cargas. Y quizá también tenga sus propias vacas. Y casi seguro que tendrá un móvil, y podrá ver en una pequeña pantalla todo lo que no ha sido su vida…
Se llama Jucinta. Me regaló una pulsera. Para que no la olvidara.
Esperanza Navarro Pertusa
Patrona de la Fundación Esperanza Pertusa
Así nació Girls4Futre
A Jucinta la conocimos en 2021 en nuestro viaje a Kenia. Desde ese momento, aunque todavía no lo sabíamos, formó parte de Girls4Future. Fue la primera niña a la que acogimos bajo nuestro proyecto de becas de educación secundaria, la primera de muchas.
Girls4Future quiere sumar esfuerzos allí donde mayor es la vulnerabilidad de las niñas, brindado la oportunidad de continuar con sus estudios y, más allá, apoyándolas para que desplieguen sus talentos y se transformen en mujeres empoderadas, conscientes de su valía y asistan al cambio de su familia y de su propia comunidad. Las becas Girls4Future se dirigen a niñas en situación de pobreza y vulnerabilidad extremas que estén cursando o hayan cursado con éxito sus últimos cursos de educación primaria y muestren un alto potencial académico, así como una fuerte motivación personal para continuar estudiando.
Creemos fielmente en el poder de la educación secundaria como camino de éxito probado a la erradicación de la pobreza y herramienta para conseguir la igualdad de género.
Gracias a la inspiración de Jucinta, hoy trabajamos para que cada día sean más las niñas a las que se les brinde la oportunidad de ser las mujeres que quieran ser, para que sean fuerza de cambio.