Ante las trabas que nos pone la vida solo hay dos opciones: bajar los brazos o luchar. Para quienes optan por la segunda, demostrar a uno mismo y al resto que cualquier barrera es superable acaba por enseñar lecciones de vida a uno mismo y a quienes le rodean.
La Fundación Vicente Ferrer, con su trabajo desde hace décadas en las zonas más necesitadas de la India, siempre ha escuchado a quienes necesitaban su ayuda. Y precisamente en esa línea va este artículo, en escuchar y comprender a quienes no pueden oír. La FVF cuenta con un proyecto para jóvenes con discapacidad auditiva en el que la Fundación Esperanza Pertusa renueva su compromiso y apoyo para que su desarrollo llegue al máximo de jóvenes posible, con el fin de mejorar sus condiciones de vida.
En una sociedad como la hindú, regida por castas aún en el siglo XXI, los niños con discapacidad son considerados como “malditos e indignos”. Los recursos para conseguir una educación adecuada a niños con discapacidad son muy limitados pues el 90% de estos carecen de algún tipo de educación, en palabras del Delegado de la FVF en la Comunidad Valenciana, Sergio Moratón.
Por ello, la Fundación Vicente Ferrer ha construido escuelas de educación especial, para niños con discapacidad auditiva. Y el caso más claro de superación lo protagoniza Venkateswarama, profesora de una de las cinco escuelas para jóvenes con discapacidad auditiva que la FVF ha fundado en Anantapur. A causa de unas fiebres altas perdió la audición, lo que le motivó para seguir estudiando y llegar hasta donde está: ser profesora en una de las escuelas de la FVF.
Admite que, tras perder la audición, su integración en la escuela no fue fácil: “Me encontraba aislada y eso me producía malestar así que abandoné el colegio y regresé a casa unos meses. Afortunadamente la Fundación me proporcionó sustento económico y convenció a mi familia para que me llevaran a una escuela para personas con dificultades auditivas”.
Tuvo que marcharse lejos de casa para estudiar en un centro para personas con discapacidad auditiva. “Terminé acudiendo al colegio especializado de Hellen Keller en el distrito de Kadapa, a 200 kilómetros de mi hogar. Estaba muy lejos de casa y echaba de menos a mi familia pero me sentía muy integrada porque estaba rodeada de personas como yo y me sentía una más”, apunta Venkateswarama.
Aunque sigue existiendo discriminación, cada día se va reduciendo y las personas más adquiriendo mayor conciencia. “Yo he tenido mucha suerte de que la FVF haya financiado mis estudios y me haya dado la oportunidad de convertir un hándicap en una vocación, soy feliz de trabajar para la comunidad a la que pertenezco y de poder ayudar a otras personas como yo”, concluye.
Conocer historias como las de Venkateswarama reafirma el trabajo de proyectos como este, anima a seguir trabajando y luchando por un futuro mejor a aquellas personas a las que las adversidades les dan un golpe, pero salen adelante y se reponen. Desde la Fundación Esperanza Pertusa queremos seguir apoyando para que la historia de superación de Venkateswarama no sea la última.